jueves, 5 de mayo de 2016

Beatificación la la vista

Cuadro de los 17 Protomártires de Laos. 
Los seis de la derecha son Oblatos

La Beatificación de los Mártires de Laos, entre los que se cuentan seis Oblatos, ya ha sido firmada por el papa Francisco y la Santa Sede ha fijado la celebración para el 11 de Diciembre de 20116. Hay algunos escollos que superar y esperamos que la nave llegue a buen puerto. De todos es conocida la situación política de aquel País…

Entre tanto desde la Casa Martirial de Pozuelo (Madrid) seguimos publicando las semblanzas de los seis nuevos Oblatos Mártires. Acaba de entrar en máquinas (imprenta) el Boletín nº 29 de los Mártires Oblatos de España con la segunda semblanza, la del P. Luis Leroy. Se envía impreso a los “Amigos de los Mártires”. Para los impacientes adelantamos una entraga a continuación, pinchando debajo en


 
“LA IGLESIA SIEMPRE SERÁ PERSEGUIDA “


Uno de nuestros Már- tires, Francisco Polvo- rinos Gómez, solía re- petir a sus paisanos: “La Iglesia siempre será perseguida, pero jamás será vencida”. Rosa Mª Lorenzo, la pintora del cuadro que se descu- brió en la catedral de Madrid durante la cere- monia de la beatifi- cación, quedó tan im- pactada por esa frase que la plasmó en el lienzo sobre el pecho de del beato Francisco Polvorinos.
También hoy la Iglesia sigue siendo perseguí- da, como lo recalca el papa Francisco, frente al silencio de los medios. Del 28 al 30 de abril de 2016 se celebró en Nueva York un congreso sobre la persecución religiosa en el mundo. “Todos somos Nazarenos” (#WeAreN) era su lema. Testimonios impactantes, asegura el periódico digital “Más Libres.org”. De ahí entre- sacamos esta noticia:                                                                
“De la totalidad de minorías religiosas perseguidas, los cristianos suponen un 80%. Son víctimas de la imposición deliberada de condiciones que buscan su destrucción física, total o parcial. Están siendo asesinados, decapitados, crucificados, golpeados, extorsionados, secuestrados y torturados. Han sido víctimas de ejecuciones sumarias. Han sido esclavizados y convertidos al Islam a la fuerza. Pueblos cristianos, aldeas y distritos han sido devastados por completo.
El Parlamento Europeo, el Consejo de Europa, el Congreso de los Estados Unidos (por voto unánime), el Papa Francisco y líderes cristianos de distintos ritos, han catalogado como geno- cidio a las acciones del Daesh en contra de los cristianos y otras minorías religiosas.
Este Congreso tendrá (tuvo) lugar en la ciudad de Nueva York (EEUU) entre el 28 y el 30 de abril.
El evento reunió a exper- tos y testigos de las atro- cidades y el éxodo sufrido por los cristianos y otras minorías religiosas en Siria, Irak, Nigeria y otros países. Estos testigos fueron invitados a hablar en la sede de la Organización de Naciones Unidas, para dirigirse a los líderes mundiales y llamarlos a tomar acciones sobre este gravísimo problema”.
Sigue la persecución y sigue el reconocimiento oficial del martirio por parte de la Iglesia. Este mismo año se celebrará en Laos la beatificación de los “Protomártires de Laos”. Son 17 en total: un sacerdote diocesano, 11 misioneros (6 son Oblatos) y 5 laicos.
De los Mártires Oblatos de Laos, hermanos de los Mártires Oblatos de España, iremos publi- cando su semblanza y el relato martirial de cada uno. En los números 27 y 28 de este Boletín ya hemos hablado del P. Mario Borzaga. Hoy toca el turno al segundo, el Padre Luis Roy.


El Padre Luis Leroy, o.m.i.
Testigo de Jesucristo en Laos, Martirizado el 18 de abril de 1961

Soñaba con la perspectiva del martirio.
“Yo entré en los Oblatos para ir a una misión
donde pudiera morir mártir”, decía.

Luís LEROY nació el 8 de octubre de 1923 en Normandía (Francia), en el pueblo de Ducey.  Fue bautizado al día siguiente en la iglesia parroquial del pueblo. Era el primogénito de una familia campesina de 4 hijos.
En 1932, cuando Luís tiene sólo 9 años, muere su padre. La madre entonces se traslada con sus 4 hijos  a una finca de Villiers le Pré. Al ser el mayor de los varones, terminada la escuela primaria en el pueblo, Luís trabaja en la finca de la familia durante unos diez años. Al regresar del servicio militar, a la edad de 22 años, será cuando se orienta hacia la vida misionera, a la que aspiraba desde hacía mucho tiempo. Lo admiten en el juniorado de Pontmain de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada donde durante dos años y medio tratará de recuperar los estudios secundarios.
No conseguirá dominar el latín, y será uno de sus sufrimientos. Compensaba con creces ese hándicap con la seriedad que ponía en todo lo que hacía. En el informe sobre él el superior escribe: “Muy aplicado, resultados medianos”.  A partir de entonces los dolores de cabeza lo acompañarán siempre, durante sus estudios.
En 1947, con un compañero, futuro misionero de Camerún, va a pie en peregrinación desde Pontmain a Lisieux, 150 kilómetros, para rezar ante la tumba de Santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones. Ese mismo año, seguro y tranquilo, hizo esta confidencia a otro compañero: “Yo entré en los Oblatos para ir a una misión difícil donde podría morir mártir”.
En 1948-1949  hace el noviciado en La Brosse-Montceaux (Seine-et-Marne). Su maestro de novicios  describe así su retrato espiritual: “Recto, duro consigo mismo y con los demás. Inteligencia bastante buena, más práctica que especulativa, buen sentido común propio de una campesino normando a quien nada puede arredrar, obstinación que se compensa con una gran caridad y gran docilidad”. Este retrato lo completa  uno de sus compañeros: “Luís Leroy era muy serio en todo, muy aplicado en sus estudios y en su vida espiritual. Era muy alegre, muy fraterno Era un amigo. El deseo de las misiones extranjeras era muy fuerte en él”.
Seguirán seis años de filosofía y teología en Solignac. Un compañero de su promoción, de procedencia campesina como él, habla de su amistad y añade:
“Yo consideraba al Padre Leroy como un hombre muy serio y muy entregado en todo cuanto hacía: estudio, oración, vida fraterna. Estaba muy seguro de su vocación misionera. Se podría decir que le hacía soñar con la perspectiva del martirio. También era alegre y le gustaba reír, pero siempre con seriedad”.
El 8 de septiembre de 1952 Luis hizo su oblación perpetua. El 4 de julio de 1954 es ordenado sacerdote en la abadía de Solignac, seminario mayor de los Oblatos. Escribe entonces al Superior general:
Antes de conocer a los Oblatos me atraían las Misiones de Asia, y por esas misiones yo quería abandonar mi profesión de labrador. El conocimiento de las misiones oblatas me ha hecho desear ir Laos, Las dificultades con que ha topado esa misión y que quizá todavía encontrará no han hecho más que aumentar mi deseo. Yo acogería con mucha alegría mi obediencia para Laos, si usted juzga oportuno enviarme…”
Su obediencia para Laos tiene la fecha del 11 de junio de 1955.

Un misionero de gran corazón
Conocemos los seis años del Padre Luís en Laos gracias sobre todo a la correspondencia mantenida con las Carmelitas de Limoges: les confía sus alegrías, sus esperanzas y sus pruebas de misionero. Estudia con paciencia las lenguas –lao y kmhmu’, y después el thaï dam- con el hándicap de una sordera precoz. Espera conseguir resultados “medianos”; pero todo esto lo compensa con sus cualidades de acogida y su sonrisa, con su infatigable entrega al servicio de los enfermos, con su amor a los más pobres, con su paciencia con los pecadores.
A finales de 1957 el Padre Luis ya estaba en Xieng Khouang. Desde allí se irá a su puesto definitivo, Ban Pha, en la montaña. Era un poblado todavía neófito, evangelizado por el Padre Joseph Boissel, o.m.i. Allí hablaban el thaï dam, ¡otra lengua nueva para él! En su entorno había varias aldeas cristianas de lengua kmhmu’ y un amplio sector por descubrir a donde aún no había llegado el Evangelio.
Durante los tres años y medio siguientes el Padre Luís llevaba escrupulosamente al día el “codex historicus” (diario de la misión). Cuenta sus alegrías y sus penas de misionero: expresa lo que sufre ante la tibieza y la falta de constancia de ciertos cristianos; pero sobre todo testimonia una fe inquebrantable y un celo sin límites.
Siempre incansable, a la vez que continúa a instruir la comunidad de Ban Pha, visita las aldeas que le han sido confiadas, situadas a dos, tres o cinco horas de camino y siempre por senderos imposibles. Escribe:
He tenido que ir y pasar una noche en aldeas paganas para darles a conocer nuestra religión pero, al menos aparentemente, lo que les dije no parecía que les interesase gran cosa… Pronto se da uno cuenta que sólo la gracia todopoderosa de Dios puede convertir un alma.
En otra carta:
Desde el 1º de julio de 1959 al 1º de julio de 1960 ha habido 73 bautizos de los cuales 37 de adultos… Cerca de 3.000 personas habían venido a consultas sanitarias, a veces se trata de casos sin gravedad, otras veces de casos muy graves, y para atender a todo eso tenía que recorrer al menos 300 kilómetros a pie con la mochila a la espalda. Algunos días es duro, sobre todo cuando la salud no es boyante, pero soy muy feliz de poder trabajar en este sector.

Relato martirial
En abril de 1961, cuando tuvo lugar la ofensiva general de la guerrilla comunista, gente que veía con malos ojos que estuviera allí, revelaron a los atacantes su presencia activa.
El 18 de abril de 1961 el P. Luís Leroy estaba rezando en su pobre iglesia. Un destacamento de soldados de la guerrilla fueron a por él. Según la gente del pueblo, él sabía que su salida sería definitiva: pide que le dejen ponerse la sotana, coloca la cruz oblata en la faja, toma su breviario bajo el brazo y les dijo adiós a todos. Con la cabeza descubierta  y los pies descalzos, siguió a los soldados por caminos escarpados.
Según hemos sabido más tarde, Luís hubiera podido salvarse fácilmente. Pues cuando las tropas del rey abandonaron su pueblo, Ban Pha, los militares le insistieron que partiera con ellos. Él se negó tranquilamente, diciendo que su deber era quedar con su gente, conforme a la orden recibida de sus superiores. Añadió: “estoy dispuesto a morir por el Señor - Pho nhom tai pheua Phrachao”. Un joven que formaba parte de ese destacamento, afirmó que él había vuelto dos horas después solo, arriesgando su propia vida, para intentar convencerlo a que se fuese. Cuando llegaron los soldados del otro campo, su vecina Anna, joven cristiana enteramente consagrada a la misión, por su parte también se lo suplicaba. Pero todo fue en vano…

El día de su captura una mujer de Ban Pha Teu vio pasar al Padre rodeado de soldados por el arrozal vecino al pueblo. Poco después oyó varios disparos y pensó que habían matado al Padre en el bosque. Por la tarde, un grupo de mujeres del mismo pueblo, yendo a buscar leña para el fuego, se toparon con soldados que las echaron. Ellas, aterrorizadas, regresaron a casa a toda prisa. Pocos días después descubrieron en el bosque una tumba reciente, a la que habían querido darle aspecto de antigua cubriéndola con ramas y hojas secas. Se comenta que el Padre está enterrado allí, y ya nadie se atreve a acercarse.
Luís Leroy, como sus otros hermanos Oblatos, aplicaba estrictamente la consigna recibida de la Santa Sede de quedarse en medio de los cristianos, aún a riesgo de poner en peligro su propia vida. Vivía heroicamente su consagración de religioso misionero, interpretando al pie de la letra el llamamiento solemne del Fundador S. Eugenio de Mazenod a sus hijos: “(Los Oblatos) estarán dispuestos a sacrificar bienes, talentos, descanso, la propia persona y la vida misma por amor a Jesucristo, servicio de la Iglesia y santificación de sus hermanos”.

Una carta del Padre Luís Leroy a las Hermanas Carmelitas de Limoges (1959)



Es probable que, por la radio y los periódicos, ha- yáis oído hablar de los acontecimientos que se es- tán desarrollando en Laos. Por el momento, en cuanto podemos juzgar, esto está más bien en calma; por el pueblo, una vez, pasaron cerca de setecientos sol- dados; a mí no me dijeron nada, ni tampoco a la gente. De cara al futuro, no sabemos nada, por eso actuamos como siempre, poniendo la confianza en el Buen Dios.
En cuanto a mí, la moral es excelente, soy muy feliz con mi dura pero espléndida vida misionera. Mis peticiones de antes, referentes a la vida misionera en la selva, han sido escuchadas plenamente. En cuanto al apostolado, tengo mucho trabajo. Durante el año que ha transcurrido, he distribuido más de 4.000 comuniones, he escuchado más de 2.000 confesiones, 19 bautismos; este número será muy superior el año que viene porque, instruyo actualmente a 70 catecúmenos, la mayoría podrán ser bautizados por Pascua de 1960.
¿Esto quiere decir que todo es perfecto? Ciertamente no. Últimamente una cristiana apóstata dejó morir sin el bautismo a su bebé de 10 meses. Un cristiano apóstata se está iniciando en el arte de la hechicería. Otro, bautizado el año pasado, prácticamente no ha puesto los pies en la iglesia desde que es cristiano. En una de mis aldeas, donde los cristianos son una minoría en medio de los paganos, los hechiceros son muy activos y consiguen desconcertar a algún que otro cristiano, diciéndole, cuando cae enfermo, que sólo mediante la vuelta al culto de los espíritus puede curarse. Por fortuna esos pérfidos consejos no siempre son escuchados.
Enfermos y heridos acaparan mucho tiempo y obligan a largos y fatigosos desplazamientos. Entre los enfermos que curo, un cristiano se quemó la cara, las manos y una rodilla. Tuve que ir a verle tres veces, sólo que para llegar hasta allá hay que andar tres horas y media por la montaña. Heridos o enfermos de ese tipo no son raros.
Los numerosos paganos que me rodean, que encuentro cada día o que vienen a hacerse curar, no están dispuestos a hacerse cristianos.
He aquí la perspectiva de mi sector, que una vez más encomiendo a vuestras oraciones.  Rezad también por mí, para que Dios pueda llevar a cabo por mi medio todo el bien que él desea hacer.


Laos


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